Actualmente la educación en general y la formación docente en particular han caído en una estructura mecanicista. La inercia del sistema educativo es "tomar" cursos en forma pasiva a todos los niveles en los cursos normales de profesor a alumno, y en los cursos de actualización docente (de docente a docente). Como indica Perrenoud (2004: 22), "uno se hace formador para lo mismo que se hace enseñante: para hablar, y no para escuchar".
Margalef
menciona que en los últimos años hemos podido observar cómo las distintas
universidades organizan sus ofertas formativas enfatizando no sólo la
información, sino la formación pedagógica; y aunque se ha logrado llegar a
sobrepasar la formación disciplinar, menciona:
...es difícil desterrar el predominio de una planificación de la oferta formativa que supere el modelo cartesiano newtoniano que ha generado una epistemología de la verdad única: el conocimiento se define a priori, como algo que está ahí fuera esperando ser descubierto (Kincheloe, 2001). La consecuencia inmediata es que el profesorado se forma pensando que el conocimiento se aprende en un proceso lineal, lógico y predecible, que luego se traslada a los alumnos. En muchos casos, en la formación del profesorado universitario se repiten modelos y se reproducen metodologías que declaramos a superar, cambiar o transformar (Margalef, 2006: 74).
Es
socialmente contextualizada y consciente del poder; el pensamiento no puede ser
separado ni del contexto sociohistórico ni de las dimensiones del poder. La
formación debe tomar en cuenta la dimensión afectiva del ser humano; las
cuestiones emocionales y morales tienen un papel explícito y transversal en
toda propuesta formativa. Debe estar presente el respeto mutuo y la solidaridad
entre los participantes de la comunidad educativa.
Está
basada en la producción y construcción del conocimiento y el aprendizaje
creativo. El conocimiento no puede venir impuesto por expertos ajenos, sino que
tiene que ser producido por medio de la interacción entre profesorado y
alumnado.
Está dedicada al arte de la improvisación: reconoce que opera en condiciones de incertidumbre que requieren del arte de la improvisación. Evita procedimientos y reglas uniformes. Exige capacidad para permanecer abiertos a lo imprevisto y a lo inesperado.
Es
por ello que la formación actual de los docentes con un nuevo perfil y teniendo
en cuenta los cambios a nivel globalización y demás aspectos que inciden en educación debe girar en torno a la formación de individuos que guíen u orienten
los procesos de enseñanza – aprendizaje de una forma dinámica, además conscientes de la realidad y de promover en los estudiantes actitudes
critico-reflexivas de las situaciones a las que se enfrentan en el día a día,
es decir, los docentes de hoy deben tener una formación en función de formar
seres integrales que participen de su propio aprendizaje, de su autorregulación,
capaces de proponer soluciones o alternativas de solución a dichas
problemáticas, que desarrollen competencias y habilidades y que generen un
cambio a nivel social.
REFERENCIA:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982015000500003
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